Surgido en Europa, el bareback es
una práctica difundida entre hombres que tienen relaciones sexuales con otros
hombres, y tiene como principio no usar condón. Su éxito desconcierta a los
expertos, que alertan a quienes lo practican sobre el alto riesgo de contraer
el VIH.
Hace poco una serie de notas periodísticas alertó
sobre el peligro que corrían quienes visitaban cierto departamento en la colonia
Del Valle, ubicada en la Ciudad de México. No se trataba de un asunto
relacionado con narcotráfico, lavado de dinero, venta clandestina o secuestro.
No.
Dicho recinto recibía a decenas de hombres que
tenían la intención de relacionarse sexualmente con otros hombres (no todos
eran homosexuales) buscando algo más que la simple emoción de tocar el cuerpo
de un desconocido. Querían experimentar el bareback (término
de equitación que significa “montar a pelo”), es decir, tener relaciones
sexuales sin la protección del condón, lo cual se hace en forma premeditada y
muchas veces se convierte en un estilo de vida que enfrenta el riesgo de
contagiarse con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), responsable del
sida.
Investigadores y analistas de todo el mundo han
tratado de explicar este tipo de comportamiento. Algunos consideran que se
trata de una forma de experimentar al máximo el placer sexual, mientras otros
han dicho que podría ser una especie de venganza por parte de aquellos que se
saben infectados con el mortal virus.
Por su parte, los analistas más moderados aceptan
que el origen de esta conducta puede radicar en ignorancia, falta de
sensibilización ante la epidemia del sida e incluso presión ejercida hacia
individuos con baja autoestima que prefieren ceder a las pretensiones de una
pareja incidental antes que protegerse.
Visión experta
Hernán Paniagua Ávalos, filósofo y psicólogo de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, localizada en la capital del
país), charla en exclusiva con Salud y Medicinas sobre este controvertido
tema y relata que en la década de 1980 existía mucho temor respecto al sida,
tanto que las campañas de salud de aquel tiempo estaban orientadas a que la
gente se asustara ante un posible contagio.
La verdad es que el ser humano se acostumbra a todo
y también lo hizo con el sida, pese al bombardeo de los medios informativos.
Muchos homosexuales dejaron de ver en el VIH a un fantasma o verdugo, dice el
especialista, y pensaron que la enfermedad podía atacar a todos, menos a ellos.
“Esta percepción se puede ejemplificar claramente
con una experiencia que viví hace poco con alguien que está a favor del bareback y
que lo practica cotidianamente. Le pregunté si no le daba miedo, y él me
explicó lo que hace, según él, para protegerse de una posible infección:
penetra a su pareja sin condón y se retira antes de eyacular, pensando que con
ello puede exorcizar la posibilidad de infección. Sin embargo, esta persona
deja de lado que el líquido pre-eyaculatorio ya contiene células vivas que
pueden contener VIH en caso de que exista seropositividad; además, es posible
que haya heridas en el esfínter anal y que la sangre infectada se introduzca en
la uretra del pene”, afirma.
Números rojos
Resulta interesante conocer los resultados de la
Encuesta Nacional sobre Comportamiento Sexual y Pruebas de Detección del VIH en
Hombres que Tienen Sexo con Otros Hombres (HSH), efectuada en diciembre de 2007
por la Agencia de Noticias sobre Diversidad Sexual (Anodis) y el Centro de
Investigaciones Sociales Interdisciplinarias, ambos con sede en la Ciudad de
México.
La investigación aplicó un cuestionario a 4,153
hombres que tienen sexo con otros hombres de toda la República Mexicana. De los
participantes, 62% dijeron tener conocimiento sobre el bareback y
aceptaron que su principal fuente de información (67%) fue Internet, seguido de
los medios de comunicación convencionales, con 12%.
La mitad de quienes aceptaron saber lo que es
el bareback dijeron tener algún conocido o amigo que lo
practica, mientras que 14% de los informantes reconocieron abiertamente que lo
hacen con regularidad. La encuesta dejó claro que 66% de los aficionados
al bareback lo hacen solamente con su pareja, y 16% con
personas que conocen de hace mucho tiempo.
A pesar de estas cifras, la investigación mostró
que gran número de hombres que tienen sexo con otros hombres ha sostenido
relaciones sexuales sin condón en el último año (77%). Lo lamentable y
peligroso del caso es que 40% de este universo lo ha hecho con personas que no
son su pareja formal.
Al preguntar por qué no usan preservativo quienes
se encuentran en riesgo potencial de contagiarse, la respuesta estadística
muestra que 40% tienen confianza en su pareja, 39% reconocen que se les olvida
“por dejarse llevar por la calentura” y 25% no tienen un condón a la mano.
Asimismo, 1 de cada 5 encuestados dijo que no usaba condón para tener mayor
intimidad con su pareja, mientras que únicamente 5% aceptó su gusto explícito
por el bareback.
Las conclusiones del estudio señalan que, entre los
hombres que tienen sexo con otros hombres, “existe el conocimiento y práctica
del bareback, por lo cual se
tiene que comenzar a hablar de esta preferencia en las estrategias oficiales de
prevención del VIH/sida. Persisten las prácticas de riesgo en esta población,
por lo que sigue siendo necesario el diseño de campañas de comunicación que
disminuyan las imágenes y sentimientos negativos hacia el sida y, por ende,
hacia las pruebas de detección de VIH”.
Como estrategia de intervención, la encuesta
propone combatir el exceso de confianza en la pareja como forma de prevenir el
contagio del VIH, y deja claro que es muy importante promover y fomentar la
imagen positiva de las personas que viven con esta enfermedad.
¿Qué hay detrás de esta conducta?
Las campañas mediáticas ofrecen datos que suenan
interesantes a primera vista, dice Paniagua Ávalos, quien también es
coordinador académico de Anodis, pero la verdad es que no llegan a sensibilizar
a la persona implicada para que modifique su conducta.
Un hombre que practica bareback “te
puede decir cómo es el ciclo del virus y te puede mencionar el nombre de uno o
varios de los medicamentos antirretrovirales que existen; es decir, conoce lo
que le puede pasar y, sin embargo, no tiene la sensibilización necesaria para
usar un condón”.
—¿Es una especie de ruleta rusa?
—Puede que tengas un poco de razón en aplicar el
término, ya que se sabe, por ejemplo, de personas a quienes les encanta tener
relaciones sexuales en la calle, debido a que la posibilidad de que los
sorprendan les da un plus. La adrenalina los hace sentirse más excitados y
quizá ello sea aplicable al bareback, entendiéndolo como especie de
erotismo al extremo.
“El bareback implica un reto, pero
hay un aspecto psicoanalítico referente a este asunto: el hecho de desarrollar
una fantasía en la que el contacto con el otro sea tan grande que se fundan en
uno solo. Se trata de satisfacer la necesidad de ‘devorar’ al otro, de ‘nunca
separarnos; integrarnos en una sola entidad completa y plena’. Muchas de las
personas que trato en el consultorio sufren desvinculación, es decir, tienen
problemas para establecer intimidad con otros individuos, y es por ello que
buscan integrar al otro consigo mismo.
“En este sentido, el condón opera como un
impedimento para materializar el vínculo, mientras que el contacto de las dos
pieles sin el preservativo se asume como una forma de introducirse en el otro
sin reservas.”
—¿Cuál es su posición como terapeuta, tratar de
convencerlos de que modifiquen su conducta?
—Mi función está completamente alejada de esa
postura, porque no puedo establecer juicios ni decirle a mi paciente que lo que
hace está mal. No debo intervenir, a menos que se trate de una situación
extrema, por ejemplo, si me enfrento a una persona en peligro de suicidarse.
“Mi trabajo se centra en hacer que el individuo
revise su conducta y, en este sentido, si alguien me cuenta sobre el bareback es
porque le hace ruido; a partir de allí trabajaremos para ver por qué lo hace, por
qué siente que está mal y qué necesidad está satisfaciendo con ello. Así,
podremos encontrar una manera de obtener otra satisfacción que no le haga daño
o lo vulnere menos.
“Tengo que sensibilizarlo para que tome la decisión
que juzgue más conveniente y se haga cargo de su sexualidad, y eso implica
todo: desde la persona que elige para tener relaciones hasta la manera en que
lo hace. Si yo pudiera cancelar los centros o ‘antros’ que promueven el bareback,
quizá lo haría, pero no por ello desaparecería este tipo de conducta sexual, ya
que seguramente habría lugares clandestinos. Hay que respetar a la gente, y eso
tiene que ser a pesar de que exista el peligro de contagiarse.
“Sin embargo, estoy a favor de que se difunda
información para que la población pueda sensibilizarse y actúe de manera
responsable”, concluye el experto.
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