viernes, 28 de noviembre de 2014

LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS QUE SUFREN DIABETES


La salud en su relación con la sexualidad integra cuestiones de bienestar orgánico, psíquico, social y, por supuesto, sexual. Son, por tanto, amplios y cotidianos los problemas que afectan a la sexualidad, pero por lo general se miran de soslayo y no son tenidos en cuenta. En las habituales relaciones del médico con los pacientes, la sexualidad suele ser un tema tabú que no se aborda y sobre el que no se suele consultar por propia iniciativa. Sin embargo, numerosos estudios demuestran una clara relación entre calidad de vida y vida sexual satisfactoria. En algunos, incluso se asocia esta última a una mayor longevidad. En consecuencia, es cada vez más habitual que el personal sanitario se conciencie de lo importante que es abordar las cuestiones sexuales con los pacientes en su consulta, dada la alta frecuencia de trastornos, fácilmente curables, que repercuten en la calidad de vida. Una calidad que mejorará si se logra terminar con la escisión habitual entre sexo y salud, algo que lleva a que muchas personas con trastornos sexuales no reconozcan su relación con alguna enfermedad que pudieran padecer. La persona que sufre hipertensión o que tiene diabetes y presenta capítulos de problemas sexuales puede no ser consciente de que están directamente relacionados con su enfermedad, tal vez con la dieta poco saludable que lleva, o de que esos problemas son consecuencia de los fármacos que ingiere.
De hecho, para que el ciclo de la respuesta sexual se desarrolle de manera satisfactoria, tanto en la mujer como en el hombre, es esencial la adecuada irrigación sanguínea de las zonas genitales y de los órganos y sistemas implicados. Cualquier enfermedad que afecte a los vasos comprometerá también el rendimiento erótico.
Los mecanismos por los que una enfermedad puede menoscabar la vida sexual son numerosos y conviene conocerlos. Están reconocidos como factores de riesgo la diabetes, hipertensión, dislipemias (elevación de los niveles en sangre del colesterol o los triglicéridos), estrés, una vida sedentaria, obesidad, tabaquismo y la toma abusiva de sustancias como alcohol, drogas, etc.
La diabetes es una alteración del metabolismo de los hidratos de carbono que se caracteriza por un aumento excesivo de la glucosa en sangre.
Existen dos tipos de diabetes, la diabetes Tipo I, que suele presentarse de manera brusca, en personas jóvenes y requiere tratamiento con insulina, y la diabetes Tipo II, que comienza de manera insidiosa, con pocos síntomas, habitualmente en personas mayores de 35 años y que suele tratarse con fármacos orales.
La diabetes Tipo II está muy relacionada con la obesidad y es más frecuente que provoque trastornos circulatorias, sobre todo cerebrales y cardíacas. También suelen asociarse en mayor medida a otras enfermedades como hipertensión y dislipemia (colesterol alto).
La diabetes, en cualquiera de su dos tipos, produce, dentro de los 10 primeros años de su diagnóstico, disfunción sexual en aproximadamente la mitad de los pacientes y según avanza la enfermedad la cifra aumenta. Los trastornos sexuales afectan sobre todo a la fase de excitación y provocan dificultades de excitación y de lubricación en la mujer, y disfunción eréctil en el hombre. Esta afectación de la excitación sexual en las personas con diabetes es más progresiva y grave que la que ocurre con otras enfermedades, y a lo largo de su evolución se le asocian trastornos de deseo y también en el orgasmo. A la acción negativa de la diabetes sobre la función sexual se suma la de otras enfermedades que suelen ser simultáneas como hipertensión, colesterol alto e incluso la toma de algunos medicamentos.
LA DIABETES, SOBRE TODO LA TIPO II, LLEVA ASOCIADA EN MUCHAS OCASIONES PROBLEMAS SEXUALES QUE DEBEN SER TRATADOS POR UN FACULTATIVO
La disfunción eréctil, mal llamada impotencia, consiste en la incapacidad para obtener o mantener una erección apropiada hasta el final de la actividad sexual. En el hombre con diabetes es muy frecuente y tiene su origen en los trastornos circulatorios y neuropáticos que la enfermedad provoca, y si no se trata médicamente, aumenta con la edad y los años de evolución de la enfermedad. Con el tiempo, la disfunción eréctil genera pérdida de confianza en la propia capacidad para alcanzar la erección, temor a fracasar e incomunicación con la pareja, que podrá malinterpretar algunas conductas (suele pensar que ha perdido atractivo o que hay otra persona de por medio) y es fácil que se produzca un grave conflicto. Todo ello tiende a perpetuar la disfunción eréctil y a que se asocien trastornos del deseo y del orgasmo si no se realiza un adecuado tratamiento. La diabetes agrava y acelera los trastornos vasculares en el pene típicos del varón que envejece.
En la mujer con diabetes se han comprobado los trastornos del deseo, las dificultades en la lubricación vaginal y la anorgasmia. La disminución o ausencia de la libido o del deseo puede tener un origen psicológico (relaciones insatisfactorias, ansiedad, sentimiento de inferioridad, vergüenza, baja autoestima), pero también a menudo está relacionada con la enfermedad, debido a que los altos niveles de glucosa pueden ocasionar cansancio intenso, lo que conlleva descenso del deseo. El problema sexual más frecuente son las dificultades para obtener una adecuada lubricación por afectación de la excitación asociada a una falta de expansión vaginal, lo que conduce a unas relaciones coitales irritables y dolorosas (dispareunia) y que suelen acarrear disminución del deseo e incluso rechazo a las relaciones sexuales. La anorgasmia o incapacidad para alcanzar el orgasmo la produce la falta de lubricación y el coito doloroso. Un factor añadido que multiplica el rechazo sexual es la frecuente aparición de infeccione s vaginales, propiciadas por los elevados niveles de glucosa, que provocan molestias (mal olor, picor, sensación de suciedad).
Los factores psicológicos sobre cómo se vive la diabetes y cómo se adapta la vida a la enfermedad afectan de manera significativa a la relación sexual. La diabetes puede tener repercusión en la autoestima y en la imagen personal, favorecer los sentimientos negativos de inseguridad, de ser diferente, de haber perdido atractivo y capacidad de seducción y miedo al rechazo. Todo esto favorece conductas que evitan la actividad sexual por miedo al contacto íntimo.
En algunas mujeres el temor a un embarazo no deseado, con todo lo que ello comporta (miedo a las posibles consecuencias sobre el feto y sobre la propia salud) provoca estados de ansiedad que propician el desinterés sexual y, si se lleva a efecto, a adoptar una actitud tensa que ahuyenta cualquier sensación placentera.
En la diabetes Tipo I los trastornos sexuales referidos aparecen de manera más tardía y son menos graves que en la diabetes Tipo II, entre otras razones porque el Tipo I suele asociarse en menor grado a enfermedades como hipertensión, dislipemia y trastornos circulatorios, que también menoscaban la función sexual.
En el tratamiento de los trastornos sexuales inducidos por la diabetes, el correcto seguimiento de la enfermedad de base ocupa un papel relevante. Es esencial cumplir de manera adecuada con la dieta, la toma regular de los fármacos que el médico aconseje (antidiabéticos orales o insulina), la práctica de ejercicio de manera regular y la corrección de los otros factores que pueden agravar la disfunción sexual (depresión, hipertensión arterial, colesterol alto, tabaquismo, vida sedentaria, alcoholismo, ingesta de algunos fármacos).
Los trastornos sexuales en las personas con diabetes pueden precisar una terapia sexual. Asimismo, pueden utilizarse fármacos específicos que, como en la disfunción eréctil o la sequedad vaginal, han demostrado su eficacia.
LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS QUE SUFREN HIPERTENSION
Se considera que una persona sufre hipertensión cuando su presión arterial es superior a 140/90 mm/Hg en ayunas con una correcta toma de la presión en un aparato homologado.Es una causa alta de problemas sexuales. Los sufren uno de cada cuatro enfermos, con indiferencia del sexo. Se ve afectada la fase de excitación y aparecen dificultades en la lubricación vaginal y disfunción eréctil. También son frecuentes trastornos en el orgasmo, sobre todo en la mujer. La hipertensión lesiona el sistema circulatorio y además se ha comprobado que algunos de los medicamentos que se emplean para su tratamiento repercuten de manera negativa sobre la erección, tal es el caso de los betabloqueantes, los sedantes y los diuréticos.
LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS CON PROBLEMAS CARDIACOS O CIRCULATORIOS
La frecuencia de infartos de miocardio anuales en España es de 100 a 250 casos por cien mil habitantes. Para que nos hagamos una idea de su incidencia, esta cifra representa sólo el 20% de los que se producen en EEUU. En términos absolutos, el número total de pacientes con infartos anuales oscila entre 45.000 y 90.000, de los logran sobrevivir entre el 80% al 90%. En relación a la actividad sexual de los pacientes que han sufrido un infarto, se calcula que uno de cuatro afectados no la reanudan, la mitad la reducen de manera muy intensa y tan sólo uno de cada cuatro la equipara a la que tenía antes de sufrir el ataque cardiaco. El descenso tras el infarto tanto en la frecuencia como en el nivel de satisfacción de la actividad sexual se produce de igual manera en el hombre que en la mujer.Esto supone un grave problema sanitario y, aunque las cosas van cambiando, tanto los médicos como los pacientes rehúsan hablar de la vida sexual del afectado, con lo que no se realiza ni una correcta educación sanitaria ni una adecuada rehabilitación. La baja frecuencia o ausencia de actividad sexual se atribuye a la medicación, a que ya existía con anterioridad algún trastorno sexual (en el hombre con frecuencia suele haber antecedentes de disfunción eréctil) y, sobre todo, al miedo a que después de haber sufrido un infarto la actividad sexual pueda desencadenar otro.
En contra de lo que se cree, la continuidad de la actividad sexual incrementa de manera muy escasa el riesgo de sufrir un infarto agudo de miocardio o muerte entre las personas sanas de mediana edad (tan sólo es responsable de un infarto por cada 10.000 producidos) y algo más entre los individuos con riesgo coronario (responsable de un caso por cada 1.000 infartos producidos).
El esfuerzo físico que requiere la realización del acto sexual es, en general, de intensidad ligera-moderada y el gasto energético que requiere es similar a caminar un kilómetro en 15 minutos (en la fase previa al orgasmo) y subir después deprisa a un segundo piso por la escalera (fase del orgasmo). Si se compara el riesgo que tiene la actividad sexual con otras posibles situaciones que pueden desencadenar un infarto, resulta ser semejante al que supone una crisis de cólera o enfado, y desde luego muy inferior al que se corresponde con el ejercicio físico intenso, y esto es así tanto en personas sanas como en las que tienen problemas coronarios. Está demostrado que el factor que más influye en la prevención de un accidente coronario durante la actividad sexual es el estado de forma física, que depende de la práctica habitual de ejercicio físico.
Si han pasado de 6 a 8 semanas después del infarto y no han surgido complicaciones se puede reanudar la actividad sexual siempre con la previa información del cardiólogo y del médico de familia, manteniendo una serie de precauciones básicas:
- Informarse de manera adecuada a fin de eliminar los miedos y dudas que se puedan tener a la hora de retomar con naturalidad su vida sexual tras el infarto.
- Seguir un control médico de todos los factores que incrementan el riesgo de sufrir una nueva crisis: tabaquismo, hipertensión, dislipemia (elevación de los niveles en sangre del colesterol o los triglicéridos), sobrepeso, diabetes, etc.
- Realizar un programa de ejercicio físico para aumentar la capacidad por encima de los valores mínimos requeridos para realizar el coito.
- Practicar actividad sexual que no sea extenuante ni que requiera esfuerzo intenso.
- Evitar las relaciones sexuales que generen estrés porque suponen un riesgo añadido.
- Evitar practicar el coito después de una comida copiosa, de haber ingerido alcohol o realizado un ejercicio agotador.
LA SEXULIDAD EN LAS PERSONAS QUE SUFREN OBESIDAD
El exceso de peso supone un riesgo para la salud porque se sobrecarga el corazón y compromete en general todo el sistema circulatorio. De hecho, las personas que sufren obesidad son muy propensas a sufrir enfermedades como diabetes, hipertensión, arteriosclerosis y problemas coronarios.
Aunque la mayor parte de las veces el exceso de peso se debe a un descuido personal, tanto de la dieta como de la práctica de ejercicio físico, es preciso hacer una evaluación metabólica y descartar enfermedades como el hipotiroidismo, que pueden estar en el origen del problema.
Los obesos mórbidos (muy severos), con independencia de sus trastornos orgánicos, pueden sufrir el rechazo de su pareja y con frecuencia ellos mismos manifiestan una baja en la autoestima, lo que agrava cualquier trastorno sexual. Los trastornos sexuales son derivados por las enfermedades que complican la obesidad, sobre todo por las limitaciones físicas que provoca: fatiga fácil, cansancio, dificultad para moverse, ocultamiento y difícil acceso a los órganos genitales. Todo ello influye e impide una adecuada respuesta sexual.
Llevar a cabo un tratamiento contra la obesidad no es cuestión de capricho o estética. La salud se ve seriamente afectada cuando el Índice de Masa Corporal (IMC) soporta cifras altas o muy altas. Para conocer esta cifra es necesario dividir la altura en centímetros entre el peso al cuadrado: IMC (Kg/m2) = Peso real / Talla x Talla. Si la cifra resultante es igual o superior a 30 la persona padecerá obesidad. Si llega a 40 la obesidad es considerada extrema. Para definirla como mórbida es necesario acompañar al dato otras variantes, como la presión arterial o la presencia de colesterol en la sangre. De cualquier forma, sea ligera o severa, la obesidad es una patología que debe tratarse. Combatirla beneficia a la salud, y esta mejora posibilitará la vuelta a la actividad sexual satisfactoria.
LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS QUE SUFREN DEPRESION
Las enfermedades mentales suelen provocar con frecuencia trastornos sexuales. La depresión se cuenta entre las enfermedades que más a menudo genera estos problemas y, dada su elevada frecuencia (en España afecta aproximadamente al 10% de los adultos y al 20% de los pacientes que tienen alguna enfermedad), supone un problema de salud de gran magnitud.
La depresión puede tener diferentes grados de severidad. Varía desde una depresión reactiva provocada por algún acontecimiento que se vive de una manera muy negativa, como la pérdida de un ser querido, a la depresión mayor de extrema gravedad, o a los trastornos bipolares en los que se alternan fases de depresión con otras en las que el ánimo está elevado, expansivo o irritable.
Lo más frecuente es que la depresión se presente con una serie de síntomas entre los que sobresale la tristeza profunda, el humor depresivo, las ideas de ruina y de ausencia de futuro, el llanto fácil y constante, y la incapacidad para disfrutar con actividades que antes resultaban placenteras. Son frecuentes los intentos de suicidio, que consuman entre el 10% y el 15% de los pacientes. A menudo el cuadro es más sutil y se evidencia desgana, desánimo, pesimismo, pocas ganas de levantarse por la mañana, insomnio, trastornos en el apetito, etc. Otras veces la enfermedad es difícil de reconocer porque se presenta enmascarada con otras como alcoholismo, drogadicciones, fobias, trastornos de pánico o consumo de fármacos como los ansiolíticos.
En la depresión es muy corriente la desaparición de cualquier tipo de deseo sexual, así como de la capacidad para disfrutar de las fantasías sexuales, tanto en el hombre como en la mujer. Sólo en un tercio de los pacientes deprimidos se producen trastornos sexuales graves, disfunción eréctil en el hombre y ausencia de orgasmos (anorgasmia) y coito doloroso (dispareunia) en la mujer.
En los pacientes que sufren depresión, lo prioritario es curarla, pero el tratamiento puede mejorar con una intervención simultánea de los trastornos sexuales
La disfunción eréctil sucede entre el 18% y el 35% de los pacientes depresivos, pero el porcentaje aumenta hasta afectar al 90% en depresiones muy graves, lo que no es sólo debido a la enfermedad, sino también a la inhibición del deseo sexual y a los efectos secundarios de los psicofármacos, que contribuyen de forma importante a su aparición. Los medicamentos más utilizados para tratar la depresión, los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina), que son magníficos fármacos antidepresivos, inducen disfunción eréctil como media en casi el 30% de los pacientes. Otros medicamentos también utilizados, como la clomipramina, provocan trastornos sexuales hasta en el 50% de los casos. La velanfaxina lo hace en un 36% de los pacientes y la risperidona en el 44%.
En los pacientes con depresión que sufren problemas sexuales, lo prioritario, sin duda, es tratar la depresión. No obstante, diversos estudios han demostrado que los resultados terapéuticos mejoran si se realiza un tratamiento integral, con intervención simultánea sobre la depresión y el trastorno sexual. Gran parte de los pacientes que toman antidepresivos sufren, durante el tratamiento, menoscabo de su capacidad sexual, que si es identificada por el paciente (lo que sucede con frecuencia), suele ser muy mal tolerada y le empuja al abandono del fármaco antidepresivo, tan esencial para tratar su enfermedad. Esta actitud comporta un grave riesgo para su integridad, dada la alta incidencia de suicidios entre los pacientes que no son tratados de forma correcta. Diversas investigaciones han confirmado que el abordaje terapéutico simultáneo de depresión y disfunción sexual mejora la calidad de vida del paciente y facilita una recuperación más rápida de la enfermedad depresiva porque potencia el cumplimiento del tratamiento.
De especial interés en los pacientes es el uso de ansiolíticos como las benzodiazepinas, medicamentos utilizados con profusión, casi siempre por automedicación o facilitados por familiares o vecinos. Aunque en el inicio del tratamiento de la depresión suelen estar indicados, no lo están en la fase posterior y el médico de familia o el psiquiatra los suele retirar con rapidez (suelen comenzar a hacerlo a las 3-4 semanas de tratamiento), debido a los problemas que su uso crónico conlleva, entre los que destacan: el posible empeoramiento de la depresión (con incremento del riesgo de suicidio), su capacidad de generar adicción o dependencia con necesidad de incremento de dosis y la inducción de trastornos de memoria.

En otras enfermedades mentales como la ansiedad y las fobias relacionadas con temas sexuales también hay un alto índice de disfunciones sexuales. En la esquizofrenia alcanza porcentajes superiores al 50%.

jueves, 27 de noviembre de 2014

ANAFRODISIA


Un maravilloso reloj biológico nos va marcando el ritmo de nuestras funciones vitales: el hambre, la sed, el sueño, el sexo, etc.La comida y el sexo son los dos impulsos básicos de los seres vivos. El uno tiene que ver con la supervivencia del individuo y el otro con la supervivencia de la especie. Lo cual a la postre es la misma cosa. Es la vida, cuidándose y reproduciéndose a sí misma. El sexo es el camino que utiliza la vida para reproducirse a sí misma. El sexo nos inflama, nos enardece, nos empuja a desear, a buscar, a compartir, a disfrutar juntos, a agradecernos mutuamente, a llenar nuestros pulmones, a sentirnos vivos en este infinito universo. El sexo es una reafirmación de la alegría de vivir.
Todas las funciones biológicas (y el sexo es una más) tienen unos ritmos. Cuando el ser vivo detecta una serie de carencias, se produce un estado de desequilibrio, de malestar, de desasosiego, todo lo cual le impulsa a realizar una serie de conductas a través de las cuales restablezca de nuevo el equilibrio que le devuelva esa sensación de bienestar y placidez. Este esquema es básicamente igual para el hambre, la sed, el sexo, el descanso, el sueño o la necesidad de orinar. Cuando el cuerpo detecta estas carencias, se observa un malestar y una irritabilidad descorazonadora que impulsan al individuo a buscar aquello de lo que carece, sea comida, sexo o descanso.
Ese «impulso» recibe distintos nombres, según la necesidad de que se trate. Así, hablamos de hambre, de sed, de sueño. En el ámbito de lo sexual, hablamos de instinto, de libido, de apetito, de impulso o de deseo sexual, acepción esta última que actualmente es la más empleada. El deseo sexual es pues un estado de desequilibrio, de carencia, de necesidad, de tensión, el cual nos mueve a la búsqueda de la recuperación del equilibrio, lo cual provoca una sensación de saciación, de plenitud, de satisfacción, de bienestar.
Nuestro cuerpo está perfectamente diseñado para que una serie de sensores detecten nuestra carencia de comida, de bebida, de sexo o de sueño. Así, en lo sexual son las hormonas las encargadas de despertar el deseo sexual. Ovarios y testículos arrojan sus hormonas al torrente sanguíneo y cuando la sangre pasa por el cerebro (por nuestro hipotálamo) unos sofisticados sensores detectan la presencia hormonal, lo cual nos provoca esa sensación de carencia, de desasosiego, de hambre sexual, de deseo, que nos empuja a buscar la actividad sexual.
Actividad sexual que nos llena de satisfacción, de placer, de bienestar, devolviéndonos de nuevo el equilibrio deseado. De modo que siempre nos movemos en ese esquema de equilibrio / pérdida del equilibrio / recuperación del equilibrio. Así, después de una suculenta comida nos sentimos satisfechos, pero apenas unas pocas horas después volvemos a sentir hambre. Después de toda una jornada de trabajo nos sentimos cansados y necesitamos dormir. Y de la misma manera también en el sexo se produce ese mismo esquema: sentimos esa comezón, ese desasosiego, ese deseo sexual; la conducta sexual y el intenso placer vivido colman y satisfacen nuestro deseo, devolviéndonos el equilibrio y el bienestar buscado. Pero al tiempo vuelve a despertarse el hambre sexual, el deseo, y vuelve a repetirse el mismo ciclo. Y así mientras haya vida.
Y es que lo que pretende la vida es asegurar, garantizar, la cadena de la vida. Quiere garantizar nuestra supervivencia como especie, lo cual pasa por garantizar nuestra supervivencia como individuos. Y ha puesto los mecanismos necesarios para ello. Nos empuja (y con fuerza) a comer. Y nos empuja (y con fuerza) al sexo. Y la vida se ha encargado de ponernos un reloj biológico interno que nos va marcando los ritmos con que ir satisfaciendo nuestros procesos vitales.
El sistema de recompensa
De modo que la vida (tanto en la especie humana como en todas las demás especies) ha tenido que encontrar la manera de fomentar la comida y el sexo, la manera de empujarnos a comer y a tener sexo. Y lo ha hecho de la manera más ingeniosa: nos da un premio por buen comportamiento. Cada vez que se logra el objetivo (bien la comida, bien el sexo), el cerebro recibe una recompensa (premio) por ello: unas generosas descargas eléctricas y una erupción masiva de dopamina y endorfinas alcanzan los centros del placer del cerebro (el sistema límbico), provocando una intensa sensación de placer y de satisfacción.
Durante mucho tiempo se pensó que la motivación de la conducta era la evitación del dolor. Se pensaba que comíamos para quitarnos de encima la desagradable sensación del hambre, o que teníamos sexo para eliminar la comezón, la tensión, el hambre sexual. Sin embargo, hoy sabemos que con tales conductas no sólo se elimina esa sensación desagradable, sino que el cerebro ha desarrollado un mecanismo de recompensa, consistente en enviar descargas eléctricas sobre los centros del placer (en el sistema límbico), las cuales producen un placer tan intenso que aseguran el que tales conductas se repitan asiduamente. Es una especie de premio por «buen comportamiento».
Es decir, que la motivación de la conducta no es tanto la evitación del dolor, sino la búsqueda del placer. De manera que la motivación de comer no es sólo la evitación de la sensación de hambre, sino la búsqueda del placer que nos proporcionan los alimentos. Y la motivación de la conducta sexual no es sólo la eliminación de una tensión sexual desasosegante, sino la búsqueda de las tan placenteras descargas eléctricas y químicas de nuestro cerebro, y muy especialmente durante el orgasmo.
El sistema de recompensa es un muy bien elaborado mecanismo por el cual cada vez que llevamos a cabo una conducta que favorece la supervivencia personal (comida) o bien la supervivencia de la especie (sexo), resulta que además de resultarnos conductas placenteras y gratificantes ya por sí mismas, el cerebro se da además un premio (una recompensa) a sí mismo, una descarga eléctrica y neuroquímica (dopamina, oxitocina y endorfinas) justo en el núcleo de los centros del placer, es decir, en el sistema límbico. Para entendernos: una especie de premio, de postre, por habernos portado bien. Gracias a este sistema de recompensa, el cerebro se dice a sí mismo: "correcto, esto era bueno, me ha gustado, ha estado bien. Hay que repetirlo a menudo".
El mecanismo es producir una descarga intensa de placer; el objetivo es que esa conducta vuelva a repetirse con frecuencia, con lo cual se está garantizando la supervivencia del individuo y la supervivencia de la especie.
La recompensa (la descarga de dopamina y endorfinas) produce un estado de bienestar, de placer, de euforia. Este circuito de recompensa es tan útil y funciona tan bien que la naturaleza lo ha mantenido con exquisito cuidado desde hace millones de años. El mecanismo es muy eficaz: premiar una conducta hará que esta se repita. Es por ello que las conductas alimenticias y sexuales resultan tan gratificantes. Porque es importante que lo hagamos a menudo. Para asegurarse, la naturaleza ha establecido un premio, una apetitosa recompensa. El placer es la recompensa. Así, tras el orgasmo se produce una sensación de relajamiento, provocada por la secreción de oxitocina. Recompensa que a su vez actuará como estímulo para de ahí a un tiempo volver a repetir la conducta. Se trata del ciclo «necesidad-acción-satisfacción». El placer es la recompensa. Todo está, pues, muy bien pensado.
Problemas de deseo
Sin embargo..., hay veces en que las cosas no transcurren como debieran. Ni en la comida (anorexia), ni en el sexo (falta de deseo). Aunque pueda parecer increíble, podemos llegar a anular el deseo de comida y el deseo sexual.
Y ello puede ocurrir por muchas razones, tanto internas como externas.
·         1) Unas veces porque nuestra maquinaria presenta problemas.
·         2) Otras porque determinados medicamentos para arreglar otras cosas tienen efectos secundarios dañinos sobre el deseo sexual.
·         3) Y otras muchas porque en lugar de favorecer el placer, el bienestar y la salud sexual, una cultura con marcados tintes religiosos y masocas ha boicoteado el normal proceso del desarrollo psicosexual del individuo, despertando el temor, el miedo en la persona, especialmente en su más tierna infancia, es decir, cuando se siente más desvalida e indefensa. Cuando aún no es capaz de plantar cara a unos códigos religiosos educastrantes.
Gracias a nuestro reloj biológico, la vida asegura su supervivencia, tanto la personal como la de la especie. El reloj biológico es el que regula el ritmo con el que hemos de satisfacer tales necesidades. El es el que se encarga de provocar una serie de sensaciones que despierten en nosotros un estado de necesidad. Necesidad de comer, necesidad de dormir, necesidad de sexo. Necesidad que pone en marcha una serie de conductas que satisfagan tales carencias. Gracias a este reloj biológico la vida sigue sus ritmos y cubre sus necesidades.
Pero... a veces... el reloj de la muñeca se nos queda sin pila. Y claro, conviene renovársela. Si no, el reloj no funciona. Otras veces es algo más que la pila, es un problema de la maquinaria. Y claro, conviene repararla. Porque si no, tampoco funciona. Para que cumpla su función y marque los ritmos, el reloj tiene que estar a punto.
Exactamente lo mismo nos ocurre con nuestros relojes biológicos. Unas veces se nos quedan sin pila. Y otras falla el mecanismo. Enferman. Por múltiples razones. Y entonces el cuerpo protesta, clama, exige. Si no atendemos su grito, tendremos problemas.
¿Se puede contravenir los ritmos que nos van marcando nuestros relojes internos? Se puede, pero cualquiera de los ritmos que se pretendan ignorar, tiene un precio, un alto precio. Y la persona se resiente. Y se encuentra mal. Y enferma. Hay muchas maneras de «enfermar». Y entonces, el cuerpo protesta. Y si no se atienden sus demandas, las cosas irán a peor.
Hay quienes pretenden desoír las necesidades que nos marca el reloj biológico que regula el ritmo de las comidas. Y sus cuerpos se debilitan. Y enferman. Y se vuelven anoréxicas. E incluso afectan a otro reloj, el que regula los ciclos ováricos menstruales de las mujeres. Y el reloj (agotado, extenuado) se para. Ya no emite señales. Sus agujas ya no se mueven. Y mueren. Y es que contravenir las necesidades y los ritmos de la vida tiene un precio, un alto precio.
Hay también quienes pretenden desoír las necesidades que nos marca el reloj biológico que regula el ritmo del sueño. Y no duermen lo suficiente. Y el cuerpo se resiente. Y también protesta. Y se agota. Y enferma. Hay también quienes llevan un tipo de vida tan estresante y tan plagada de problemas y dificultades que cuando quieren dormir están tan alterados y nerviosos que tampoco pueden dormir. Y se vuelven insómnicos. Y se desesperan. Y no descansan lo necesario.
Y hay también quienes pretenden desoír las necesidades que nos marca el reloj biológico que regula el ritmo de la actividad sexual. Y pasan de sexo. Unos viven sus vidas como si el sexo no existiera. No tienen sexo. Otras viven deseando que no existiera. Tienen sexo, pero a regañadientes, contra su voluntad. Poniendo todas las excusas del mundo, hasta que ya no queda más remedio y "hay que hacerlo". Hay incluso quienes hacen solemnes liturgias en las que renuncian públicamente a toda expresión de su vida sexual. Como si de un mérito se tratara. Y a eso le llaman "votos de castidad". Y dicen sentirse "orgullosos" de ello.
Es obvio que en los tres casos (comida, sueño y sexo) las influencias socio-culturales son determinantes. Influencias que pueden empujarnos a hacer cosas que van directamente contra nosotros mismos, contra nuestra salud, contra nuestra vida, contra nuestra felicidad.
El hecho es que puede haber numerosos factores que provocan un descenso del deseo sexual:
·         1) Enfermedades. Como por ejemplo la hipertensión, la diabetes, la artritis crónica, la epilepsia, y un largo etcétera.
·         2) La medicación. En otros casos, es la propia medicación que se toma para hacer frente a determinadas enfermedades (como la depresión o la hipertensión) la que nos provoca un efecto secundario que afecta al deseo sexual.
·         3) El consumo de drogas. Además de la adicción y de otros efectos perniciosos para la salud (muy en especial el daño cerebral), el consumo continuado de drogas tiene como consecuencia un notable descenso del deseo sexual. Así, el uso continuado de anfetaminas, cocaína y heroína produce un descenso del deseo sexual y problemas de erección y lubricación durante la conducta sexual y dificultad para alcanzar el orgasmo.
·         4) Intervenciones quirúrgicas. Algunas intervenciones quirúrgicas tales como la extirpación de mama, de útero o de testículo, aunque no tengan una repercusión directa en el deseo sexual, sí que pueden afectar a la propia imagen, produciendo un descenso de la autoestima, y consecuentemente del deseo sexual.
·         5) Educastración sexual. En los humanos, todos los mecanismos sexuales (deseo, excitación y orgasmo) pasan por el cerebro, que es el órgano sexual más importante. Por lo que una educación contraria al placer sexual dificulta innegablemente el permiso que cada cual se da a sí mismos. Una educastración sexual que ha sido aún más cruel con las mujeres.
·         6) Experiencias traumáticas infantiles. Es evidente que ser objeto de abusos sexuales (y muy especialmente en una etapa en que no tenemos recursos ni para hacer frente a la agresión ni siquiera para entender lo que está ocurriendo) va a tener una serie de consecuencias no sólo a corto plazo, sino también a largo plazo. Y no sólo en la vidasexual de esa persona, sino también en otras áreas de su psicología. La edad y el grado de parentesco del abusador son factores que agravan las consecuencias de la agresión. Cuanta mayor sea la diferencia de edad, y cuanto más próximo sea el parentesco, mayores serán las secuelas. Cierto es también los casos de abusos sexuales son muchos más que los que se detectan y se denuncian, ya que dada la edad, la indefensión y la vulnerabilidad del niño/a, muchos de estos abusos sexuales ocurren sin que el entorno llegue a tener conocimiento. Pero sin ánimo alguno de pretender banalizar una situación tan seria, hay que dejar constancia de que también es cierto que hemos conocido una cierta corriente de la psicología que ha abusado en su empeño de encontrar traumas infantiles como la causa desencadenante de los problemas sexuales, Y en concreto, de la falta de deseo sexual. Hoy en día podemos afirmar que es cierto que las agresiones sexuales tienen evidentes repercusiones negativas en la sexualidad de las personas agredidas, pero que en la inmensa mayoría de las personas que presentan un trastorno de su deseo sexual la causa no está en ninguna agresión sexual, ni en otro tipo de trauma infantil, sino que las causas reales son de orden cultural y educativo, a las que se añade la dificultad personal para hacerles frente y para manejarse en los encuentros sexuales.
·         7) Imposición del modelo sexual masculino. Una sexualidad basada más en la cantidad que en la calidad, basada en un modelo sexual masculino que hace girar todo el encuentro sexual en torno a la penetración. De manera que las mujeres encuentran poco atractivo, poco gratificante, un encuentro sexual dirigido obsesivamente a la penetración. Máxime cuando resulta que el órgano sexual femenino más importante (el clítoris) está fuera e incluso lejos de la vagina. De manera que si no hay placer no hay deseo. La verdad es que pocas ganas le quedan a una de repetir una experiencia que no resulta placentera.
·         8) Dolor en la penetración. Tanto en ella (vaginismo) como en él (fimosis o frenillo). El hecho es que el dolor siempre anula el deseo. Es lógico. El dolor es el mayor antídoto del amor y del deseo. Si hay dolor hay que resolverlo previamente. Una vez resuelto, podrá despertarse el deseo.
·         9) El miedo al embarazo. El miedo (cualquier miedo) paraliza el deseo. El pánico a un posible embarazo no deseado por hacerlo sin utilizar una anticoncepción adecuada es un factor enormemente inhibidor y paralizante. Hacerlo con la marcha atrás o calculando determinados días del ciclo femenino sabemos que (más tarde o más temprano) vamos a tener un embarazo no deseado. De hecho, todos conocemos a personas de nuestro entorno que creyendo que tales cosas impiden el embarazo, se han embarazado. Es por ello que se observa una correlación clarísima entre la no utilización de una anticoncepción segura y un descenso del deseo sexual.
·         10) Deterioro afectivo. El sexo crea vínculos afectivos, es el pegamento que une a la pareja. Ambos factores (sexo y afecto) se complementan y se refuerzan mutuamente. De manera que a mejor calidad de los encuentros sexuales, también el vínculo afectivo se refuerza. Y a medida que el vínculo afectivo se refuerza, también el mutuo deseo se incrementa. Sólo que el mismo mecanismo se da a la inversa: de manera que cuando la relación afectiva sufre un deterioro, también se resiente el deseo sexual. A veces se trata de una pequeña crisis pasajera, de suerte que resuelta La crisis vuelve a aflorar el deseo. En otros casos, sin embargo, el deterioro ha ido demasiado lejos, habiendo alcanzado ya un punto de no retorno. La pareja se está desintegrando, camino ya de su ruptura. En esta última etapa se observa (junto con un aumento de las tensiones y de la conflictividad) una rápida desaparición del deseo sexual. Lo cual pone de manifiesto que de la misma manera que el sexo lleva al afecto, la desaparición del afecto lleva al desinterés sexual. Si bien en este caso no se trata de una inhibición del deseo, sino de la pérdida de interéssexual hacia esa persona en concreto.
·         11) Cansancio y estrés laboral. El estrés es una situación de emergencia, consecuencia de una gran presión. En las situaciones de estrés el cuerpo cuenta con una serie de mecanismos fisiológicos para hacer frente a la situación. Pero si el problema y la presión se mantienen en el tiempo, el cuerpo agota sus reservas, los mecanismos de alarma ya no responden y entramos en un agotamiento en el que nos sentimos superados por la situación. El estrés laboral puede ser de dos tipos: 1) por una excesiva presión en el trabajo, en el rendimiento exigido, en las metas impuestas; 2) por una falta de trabajo que se alarga en el tiempo y que empieza ya a impedirnos hacer frente económicamente a las necesidades de la vida, además de que nuestra autoestima se resiente. En ambos casos se produce una pérdida de la autoestima, y una situación de agotamiento y desesperanza. Todo lo cual nos deja sin motivación, sin ilusión, sin energías, lo cual (unido a un drástico descenso del nivel de testosterona en sangre) nos acarrea un rápido descenso del deseo sexual.
Cómo salir del atasco

Es obvio que habiendo tantos y tan diferentes factores que pueden tener como consecuencia una inhibición del deseo sexual, no puede haber una única receta para todas las personas. Lo primero a hacer es, por tanto, detectar cuál es la causa (o causas) en cada caso, para así no dar palos de ciego y poder actuar con eficacia. No se actuará de la misma manera (por ejemplo) en el caso de un hipertenso, en el caso de una fimosis, en el caso de una crisis postparto, en el caso de una esterilidad, en el caso de una baja autoestima o en el caso de una pareja con un importante déficit de información respecto a la anatomía genital y al juego sexual. Cada caso es distinto, las causas son diferentes y la manera de abordarlo también es diferente.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

DISPAREUNIA O COITO DOLOROSO


La dispareunia o coito doloroso se entiende la aparición de dolor durante el coito, bien al principio, bien a lo largo del desarrollo del coito o al final del mismo.
El dolor causado por la dispareunia o coito doloroso, puede implicar sensaciones de ardor, quemadura, contracción o dolor cortante; y su localización puede estar en la parte externa de la vagina, en la parte interna o en la regió pélvica y el abdomen.
La frecuencia de la aparición del coito doloroso es muy variada; en algunos casos puede presentarse en todos los intentos de coito; en otros casos sólo en contadas ocasiones, o sólo en determinadas posturas. Es más, la mayoría de las mujeres que sufren de dispareunia han experimentado dolor en alguna ocasión durante sus actividades sexuales, pero la dispareunia o coito doloroso hace referencia a una condición crónica, es decir, el dolor aparece con relativa frecuencia y durante amplios períodos de tiempo.
 El dolor coital puede ser un serio handicap al desarrollo de unas relaciones sexuales gratificantes no sólo por las molestias que conlleva el realizar el coito, sino porque así mismo el miedo puede dificultar la excitacións exual o incluso actuar como una barrera para el orgasmoste mismo miedo puede producir un incremento importante en la tensión que dificulte el abandonarse a la experiencia y el gozar de la sexualidad, o facilite la aparición de problemas como el vaginismo. 
No es infrecuente que si este problema se mantiene, la mujer progresivamente vaya perdiendo interés en su actividad sexual, facilitándose la aparición de la anorgasmia y del deseo sexual inhibido.

CAUSAS ORGANICAS DE LA DISPAREUNIA O COITO DOLOROSO

Se suelen considerar para la aparición de la dispareunia o coito doloroso , en primer lugar, posibles causas orgánicas, por ejemplo deformaciones o trastornos del introito vaginal, de la vagina, del útero, de las trompas de Falopio o de los ovarios. También puede producirse como consecuencia de infecciones vaginales o del clítoris (vulvitis, vaginitis), enfermedades de la uretra (uretritis, cistitis) y del anomalformaciones o cicatrices (a veces las resultantes de la episiotomía dle parto), enfermedades de la pelvis, o incluso enfermedades más generales, como diabetes o estados carenciales de estrógenos. Así mismo, cualquier estado físico que origine escasa lubricación vaginal puede producir molestias durante el coito.
Otras causas que pueden favorecer la aparición de dispareunia o coito doloroso pueden ser el uso de determinadas cremas anticonceptivas, espermicidas o de productos detergentes usados en la higiene íntima que irriten la vagina, y el uso de determinados diagragmas o preservativos. Por último, introducciones demasiado profundas o empujes violentos que compriman los órgamos internos (útero u ovarios), si bien este problema se evita cuando la mujer se coloca en posición superior durante el coito.

CAUSAS PSICOLOGICAS DE LA DISPAREUNIA O COITO DOLOROSO

Tan importante como los aspectos orgánicos pueden ser los aspectos psicológicos para la aparición de la dispareunia o dolor en la penetración. Entre estos, los efectos de una educación sexual inadecuada o una mala información, la ansiedad, la falta de excitación sexual, temores o miedos intensos asociados al coito debido a experiencias traumáticas anteriores (desfloración violenta, abusos o agresiones sexuales, violacion), e incluso un tiempo insuficiente dedicado a la excitación que impida la adecuada lubricación vaginal.
El que culturalmente se establezca que la primera relación sexual debe ser dolorosa para la mujer facilita unas expectativas que llevan a interpretar como dolorosa gran parte de las estimulaciones que aparecen en esa situación. Así mismo, la ansiedad generada alrededor de las relaciones sexuales puede facilitar la aparición de una tensión considerable en la mujer que dificulte la penetración, haciéndola dolorosa, e incluso que disminuya la lubricación. 
Quizá el problema más importante que provoca la dispareunia o dolor en la penetración, de todos sea la falta de excitación, bien porque la mujer no responde en absoluto, bien porque el ritmo de la relación sea demasiado rápido para que llegue a una respuesta eficaz. Es muy difícil que una persona esté ansiosa y pendiente si lo hará bien o mal durante sus relaciones sexuales llegue a excitarse y a lubricar de forma adecuada.
COITO DOLOROSO EN EL HOMBRE

Aunque por lo general se considera la dispareunia como un trastorno típico de la mujer, tambien puede producirse en el hombre, si bien su incidencia es muy escasa. En la mayor parte de los casos se refiere a dolor en la eyaculación, bien centrado en el pene (lo más frecuente), bien en los testículos o en los órganos internos. Lo más habitual es que se deba a infecciones de la uretra, vesículas seminales, glándula prostática o incluso de vejiga urinaria. Lo mismo que en el caso de la mujer, se suele imputar el dolor en causas orgánicas, como la inflamación o infección del pene, el prepucio, los testículos, la uretra o la próstata, o anormaliades estructurales del pene (como la enfermedad del Peyronie). No obstante, al menos en la mitad de los casos parecen fundamentales los factores psicológicos como educación inadecuada, miedo a la relación o a la penetración, aprendizaje de experiencias anteriores traumáticas, etc.
Kaplan (1979) ha señalado que en algunos casos la eyaculación dolorosa puede deberse a espasmos de los músculos perineales debido a la ansiedad del hombre ante la eyaculación. A veces se puede producir este coito doloroso al entrar en contacto l apunta del pene con la parte terminal del DIU, así como por contacto del pene con sustancias espermicidas.

martes, 25 de noviembre de 2014

Sexo después de los 65

Cambios físicos y psicológicos
Esa llamada Tercera Edad se inicia a partir de los 65 años, pero los cambios físicos y psicológicos pueden aparecer antes. El psicólogo y sexólogo Juan Macías Ramírez expone los principales cambios que se producen. En el hombre, se tarda más tiempo en obtener una erección y el tiempo entre ésta y la siguiente es mayor. El orgasmo es más difícil de alcanzar y de menor duración, se produce menos líquido lubricante natural y el deseo tiende a disminuir.
En la mujer, indica el experto, la vagina pierde elasticidad y se acorta, la capacidad de lubricar de forma natural disminuye, los orgasmos son menos intensos y con mayores contracciones, y los ovarios se atrofian y disminuye la producción de andrógenos, lo que también puede "afectar" al interés sexual. "Es frecuente también en mujeres la falta de deseo", añade el profesional.
Además de estas limitaciones propias de la edad, los cambios psicológicos y los socioemocionales ocupan también un lugar importante en esta etapa. Silvia Cintrano, directora de la Unidad de Sexología del Instituto Centta de Madrid, enumera varios factores importantes que influyen en la conducta sexual. Uno es el aumento de la prevalencia de ansiedad y depresión, siendo la falta de deseo uno de los efectos secundarios de estas medicaciones.
"Es cierto que en esta etapa hay un descenso general de la actividad sexual en ambos sexos, pero no significa que desaparezcan", asegura por su parte Cintrano. Y recalca que a pesar de que no tengamos una "pareja sexual" a nuestro lado, no significa que esta función haya terminado.
Macías Ramírez indica, según un estudio elaborado por la Sociedad de Medicina de Familia, que el 60% de los mayores de 65 años dice tener una vida sexual satisfactoria, con una media de cuatro encuentros al mes. El 40% restante dice tener problemas para obtener satisfacción plena. "Buena parte de estos datos reflejan la realidad de muchas personas viudas que han renunciado al sexo por ausencia de sus parejas, especialmente las mujeres"
Claves y beneficios
La sexualidad, dicen los expertos, es un área fundamental e insuprimible en nuestra vida y el sexo es beneficioso en tanto que es fuente de salud y bienestar.
Disfrutar de nuestra sexualidad, explica Cintrano, nos ayuda a tener una buena imagen de nosotros mismos, eleva nuestro estado de ánimo y ayuda a protegernos del estrés y de estados emocionales de ansiedad y depresión. Por otro lado, asegura que el sexo en esta etapa de la vida trae consigo numerosos beneficios físicos: ayuda a fortalecer la musculatura y los huesos y a mantenernos en buena forma física, mejora el sistema inmunológico, porque a través de los pensamientos positivos y el buen humor que nos genera potencia la acción de los leucocitos.
Asimismo, contribuye a disminuir la hipertensión arterial y a mejorar la salud cardiovascular. El sexo contribuye a "reducir el dolor" -sea cual sea-, porque durante la actividad sexual se liberan endorfinas, sustancias que actúan en el cerebro proporcionando placer. "En los hombres, además, reduce el riesgo de cáncer de próstata y en las mujeres ayuda a mantener un buen tono de la musculatura pélvica y al buen estado de la vagina en la menopausia", recalca la experta.
No hay que olvidar, entonces, que es una etapa más de nuestro desarrollo evolutivo y que tan sólo hay que adaptarse a las circunstancias, pero "es posible una vivencia plena, satisfactoria y sana de la sexualidad", afirma Macías Ramírez. De hecho, algunas ventajas en esta etapa son que los juegos sexuales previos y posteriores cobran más protagonismo y ayudan a ampliar la sexualidad más allá del coito. "Se cuenta con más experiencia y madurez para las fantasías, la erótica, la expresión afectiva y la comunicación".

Y es precisamente en la comunicación, donde quiere incidir Martínez. A los hombres les cuesta ir al urólogo y las mujeres "no se les ha dado permiso para explorarse" y ceden muchas veces la responsabilidad de su propio placer al hombre. Por ello, es fundamental la comunicación, enriquecer el momento de las relaciones: que haya flexibilidad en éstas, que disfruten del tiempo libre y que haya cambios que enriquezcan la rutina. "La sexualidad es como el termómetro de la pareja".La sexualidad de nuestros mayores es un tema poco tratado, incluso silenciado, como una especie de tabú. Sin embargo, los cambios demográficos nos obligan a desterrar este tabú, y a centrar la atención en este segmento de la población en todos los aspectos. No en vano la población europea está envejeciendo y en unos años,  más del 50% pertenecerá a la Tercera Edad. Es por eso que los temas concernientes a las personas mayores tendrán un peso cada vez mayor en nuestra sociedad, y dentro de esos temas está también el de la sexualidad.
Sexo después de los 65
Aunque no pensemos en ello, lo cierto es que la vida sexual de los mayores es una realidad. Según una encuesta realizada recientemente en España sobre salud y sexualidad, el 62,3% de los hombres mayores de 65 años se declaran sexualmente activos, frente al 37,4% de las mujeres de esa misma edad. Dejando a un lado la sorprendente variación entre la actitud de los hombres y la de las mujeres, estos datos constatan que la edad no es un impedimento para el desarrollo de la actividad sexual. Y es que si no hay una incapacidad física manifiesta, el sexo puede seguir siendo una fuente de satisfacción a cualquier edad. Necesariamente se darán limitaciones en cuanto a las prácticas, derivadas de una menor movilidad con el paso de los años, o incluso a causa de algunas enfermedades, pero la consecución del placer está al alcance de todos en cualquier etapa de la vida.
Cambios en la conducta sexual
Es evidente que con el paso del tiempo, el cuerpo va sufriendo determinados cambios y los órganos sexuales son susceptibles a esos cambios. Algunos de los inconvenientes que pueden aparecer con la edad son, en el caso de los hombres, una capacidad más lenta de excitación y erecciones menos duraderas. Por su parte, las mujeres suelen presentarsequedad vaginal, así como cambios de elasticidad en la vagina. Pero estos inconvenientes pueden ser fácilmente solventados con la actitud adecuada. Sólo en algunos casos se necesitan medicamentos. Será necesario dedicar más tiempo a los juegos preliminares para lograr que ambos alcancen la excitación adecuada. Y también es conveniente explorar nuevos lugares, nuevas posturas o nuevos estímulos.
La mayor limitación que encuentran las personas mayores a la hora de tener una vida sexual activa es la salud. Un cuerpo maltratado por largas enfermedades o por la ingesta de medicamentos es muchas veces un impedimento para la práctica sexual.
Otro factor que limita bastante es la falta de pareja. La viudedad a una edad avanzada puede provocar la falta de deseo de buscar un nuevo compañero sexual. Además, es normal que ciertas personas mayores incorporen en su bagaje cultural aspectos negativos sobre el sexo. Y las mujeres son especialmente sensibles a estos prejuicios. Por eso es necesario afrontar el sexo en la madurez como algo tan natural como en la juventud, con la ventaja añadida de que uno conoce mejor su propio cuerpo y sus reacciones.
Olvidarse de presiones familiares y convencionalismos es fundamental para poder disfrutar de la pareja y de uno mismo. Y no estaría de más que se produjera también un cambio de actitud en el resto de la población para empezar a ver a los más mayores como personas libres y conscientes que siguen disfrutando de una vida sexual activa.


lunes, 24 de noviembre de 2014

SEXUALIDAD PARA EL HOMBRE CON CÁNCER


Los ciclos naturales del cuerpo maduro de un hombre Durante y a partir de los años de adolescencia, los testículos (o testes) producen un suministro constante de hormonas (testosterona en su mayor parte). Los testículos también producen millones de espermatozoides cada día. Toma alrededor de 74 días para que los espermatozoides crezcan y maduren. Como parte de este proceso, el esperma recién generado debe viajar por un conducto de unos seis metros (20 pies), llamado epidídimo para que llegue a la etapa de maduración. Este conducto forma una estructura enrollada que se encuentra encima y por detrás de cada testículo.Justo antes de la eyaculación, otro conducto llamado conducto deferente toma los espermatozoides del epidídimo y los transporta hacia la próstata (glándula prostática). En este punto el esperma se mezcla con otros fluidos secretados en la próstata y las vesículas seminales, las cuales se encuentran a cada lado de la próstata. Estos líquidos blanquecinos y ricos en proteínas fortalecen y nutren a los espermatozoides para que puedan vivir por algún tiempo luego de haber sido eyaculados. Durante el orgasmo, la mezcla del fluido y el esperma, conocido como semen, se desplaza a través de la uretra y es expulsada por la punta del pene. La ilustración continuación muestra los órganos reproductores masculinos.
El papel de la testosterona
La testosterona es la hormona masculina principal. Es la que promueve el desarrollo de los órganos reproductores, así como la que fomenta las erecciones y la conducta sexual. La testosterona también causa características sexuales secundarias durante la pubertad, como el engrosamiento de la voz y el crecimiento del vello corporal y facial. Ésta es producida en su mayor parte por los testículos. Las glándulas suprarrenales, las cuales se ubican por encima de los riñones, también la producen en pequeñas cantidades tanto en hombres como en mujeres.
La región del hipotálamo en el cerebro controla la cantidad hormonal producida en el cuerpo. Cuando los niveles de testosterona son bajos, el hipotálamo envía una señal a la glándula pituitaria ubicada en la base del cerebro. La pituitaria envía a su vez un mensajero hormonal a través del torrente sanguíneo para indicar a los testículos que aceleren la producción hormonal.
Los niveles hormonales en el hombre varían ampliamente, pero la mayoría de ellos presentan un recuento de testosterona en la sangre mayor del requerido. Un hombre con un recuento bajo de testosterona puede tener dificultades en tener o mantener una erección, y puede que pierda el interés en el sexo. En muchos hombres jóvenes sanos, los problemas hormonales no son comunes y la ansiedad es la raíz de los problemas de erección. Los problemas médicos comunes de erección incluyen medicamentos y afecciones de los vasos sanguíneos o de las terminales nerviosas en la región pélvica.
El patrón normal de la excitación sexual y de la erección Una erección comienza cuando el cerebro envía una señal hacia la médula espinal a través de las fibras nerviosas que llegan hacia el área pélvica. Algunos de los nervios importantes que producen una erección se extienden cerca del recto y hacia ambos lados de la glándula prostática.
Cuando se recibe esta señal, el tejido esponjoso dentro del pene se relaja para que las arterias (vasos sanguíneos) que transportan la sangre hacia el pene se dilaten. Conforme las paredes de los vasos sanguíneos se agrandan, la sangre se acumula en el pene hasta cincuenta veces más rápido de lo habitual. La sangre llena las dos cavidades que se encuentran dentro del pene. Las venas en el pene, las cuales normalmente drenan la sangre que llega a éste, se contraen haciendo que la sangre permanezca ahí. Esto ocasiona un gran incremento en la presión arterial dentro del pene, lo cual provoca como resultado la rigidez del pene que se da con la erección.
Las terminales nerviosas que permiten al hombre sentir placer cuando el pene es tocado tienen un trayecto distinto que las que controlan el flujo sanguíneo y producen una erección. Incluso cuando hay un nervio dañado o una obstrucción de los vasos sanguíneos que impide la erección, el hombre casi siempre podrá sentir placer al contacto físico del pene. También podrá lograr el orgasmo. Un tercer conjunto de nervios que termina internándose más en el cuerpo del hombre es el que controla la eyaculación del semen.
Cómo sucede el orgasmo en el hombre
El orgasmo en un hombre tiene dos etapas. La primera etapa se llama emisión. Durante esta etapa, la próstata, las vesículas seminales y el conducto deferente (tubo que conecta a los testículos con las vesículas seminales) se contraen. En la emisión, el semen es enviado cerca del extremo final en la uretra (el conducto que se extiende a través del pene), listo para ser eyaculado. En este momento, una pequeña válvula en el extremo de este conducto se cierra para impedir que el semen ascienda hacia la vejiga. Un hombre siente la emisión como el “punto sin retorno”, cuando sabe que está por tener un orgasmo. La emisión es controlada por lo que se conoce como el sistema nervioso simpático o involuntario.
La eyaculación es la segunda etapa del orgasmo, la cual es controlada por los mismos nervios que se encargan de transportar las señales de placer cuando la región genital es acariciada. Estas señales enviadas causan que los músculos alrededor de la base del pene se compriman de forma rítmica, lo cual hace que el semen sea expulsado de la uretra a la punta del pene. Simultáneamente, mensajes de placer son enviados al cerebro y esta sensación es la que se conoce como orgasmo o clímax.
EFECTOS PSICOLÓGICOS
Muchos hombres indican que sienten decepción, temor y angustia al tener dificultad para tener erecciones. Expresan que algo importante falta que les provoca que no se sientan “como un hombre”. Puede que haya hombres que manifiesten infelicidad en general en su vida y depresión al confrontar esta situación. Estos sentimientos conforman una parte natural de sobrellevar los problemas con la capacidad de erección. En caso de encontrar un tratamiento que sea eficaz, la mayoría de los hombres comienza a sentirse mejor respecto a su capacidad de erección. Si estos sentimientos son graves o persisten, la mayoría de los hombres encuentra útil acudir con un sexo terapeuta (terapeuta especializado en asuntos de la sexualidad) o con un psiquiatra que pueda ayudar a lidiar con esta situación. Los temores sobre la autoimagen y el desempeño pueden a veces también ser la raíz de las dificultades con la erección. En vez de dejar de preocuparse y sentir excitación, puede que un hombre tenga una fijación por ver si podrá funcionar sexualmente, y el temor a no poder desempeñarse puede fomentar este problema. Puede que adjudique su problema a su afección médica, incluso cuando podría ser que la erección la lograría al tan solo relajarse.
Un terapeuta especializado en tratar a pacientes con problemas de tipo sexual a menudo puede ayudar en el tratamiento de la ansiedad y el estrés que pueden afectar la capacidad de erección. Cualquier tratamiento para los problemas de erección debe ser en función de los resultados obtenidos de una evaluación minuciosa, los cuales deberán incluir factores tanto médicos (antecedentes) y pruebas médicas especiales (refiérase a la sección “Ayuda profesional” para más información).
Cómo el tratamiento contra el cáncer puede afectar la eyaculación
El tratamiento contra el cáncer puede interferir con la eyaculación al dañar los nervios que controlan la próstata, las vesículas seminales y la abertura de la vejiga. Puede además frenar la producción del semen en la próstata y en las vesículas seminales. A pesar del daño, un hombre puede conservar su capacidad para sentir el placer que se origina con el orgasmo. La diferencia es que durante este momento el semen que se eyacula es poco, o simplemente no hay liberación de líquido seminal.
Con el transcurso del tiempo, la mayoría de los hombres indica que el orgasmo sin semen llega a sentirse normal. Algunos otros dicen que el orgasmo no se siente igual de intenso, mientras que otros reportan que son más placenteros y de mayor intensidad. A menudo los hombres se preocupan sobre si sus parejas extrañarán la eyaculación del semen, pero
la mayoría de las veces, las parejas no sienten realmente la liberación del fluido, por lo que generalmente esta preocupación no es un problema. La preocupación principal de algunos hombres es que el orgasmo sea menos placentero que antes. Otros se preocupan por sus deseos de procrear, debido a que los orgasmos que tienen son “secos”. Si un hombre sabe con antelación sus deseos de procreación después del tratamiento, puede que quiera hacer un depósito de semen para que éste sea almacenado y usado en el futuro (refiérase a la sección “Cómo el tratamiento contra el cáncer puede afectar la fertilidad” para más información).
Algunos hombres sienten que sus orgasmos son más débiles que antes. Es normal que haya una leve reducción en la intensidad del orgasmo con el paso de los años, pero este decremento puede ser más severo en hombres cuyos tratamientos contra el cáncer interfieren con la eyaculación del semen. Refiérase a “¿Hay alguna forma para que el orgasmo sea tan intenso como solía serlo?” en la sección “Cómo sobrellevar los
problemas sexuales”.
Cirugía
La cirugía puede afectar la eyaculación en dos formas distintas. La primera es cuando la cirugía extirpa la próstata y las vesículas seminales, de tal forma que el hombre ya no puede producir semen. La segunda es cuando la cirugía daña los nervios que van desde la columna y controlan la emisión de líquido seminal (momento en que el esperma se mezcla con otros fluidos para la formación del semen). Hay que tener en cuenta que este no es el mismo conjunto de terminales nerviosas que pasa por la próstata y controla las erecciones (lo cual se detalla en la sección “Cómo la cirugía pélvica contra el cáncer puede afectar la capacidad de erección”). Las cirugías que ocasionan problemas con laeyaculación se detallan a continuación.
Orgasmo seco
Tras la prostatectomía radical (extirpación de toda de la próstata) y cistectomía radical (extirpación de toda de la vejiga), un hombre no podrá más producir semen. En este caso, los espermatozoides producidos en los testículos maduran, pero el cuerpo simplemente los reabsorbe. Esto no causa ningún daño. Después de estos procedimientos quirúrgicos, un hombre tendrá “orgasmos secos”, sin líquido seminal. El semen que se produce a veces no es expulsado Hay otras operaciones que causan que la eyaculación regrese al cuerpo en lugar de salir (eyaculación retrógrada). En el momento del orgasmo, el semen es expulsado atrás hacia la vejiga en lugar de ir hacia fuera a través del pene. Esto es debido a que la válvula entre la vejiga y la uretra permanece abierta después de ciertos procedimientos quirúrgicos. Normalmente esta válvula se cierra estrechamente durante la eyaculación, pero al estar abierta, el nuevo recorrido de menor resistencia para el semen ahora es atrás hacia la vejiga. Esto no es doloroso ni dañino para el hombre. Cuando el hombre orina después de este tipo de orgasmo seco, su orina tiene un aspecto turbio debido a que el semen se mezcla con la orina durante el orgasmo. Una resección transuretral es un ejemplo de una operación que generalmente causa la eyaculación retrógrada. En esta cirugía se extrae el núcleo de la próstata al insertar un fibroscopio a través de la uretra, el cual generalmente daña la válvula de la vejiga.
Daños al conjunto de nervios
Previamente se han descrito los conjuntos de fibras nerviosas que recorren los costados de la próstata, los cuales contribuyen en el origen de la erección. A continuación se describen los nervios que recorren la columna vertebral y controlan la eyaculación. Las operaciones contra el cáncer que provocan que los orgasmos sean secos al dañar los nervios que controlan la emisión (mezcla de esperma con fluidos que conforman el semen) son:
• Resección abdominoperineal, en la cual se extrae el recto y la parte inferior del colon.
• Disección de los ganglios linfáticos retroperitoneales, en la cual se extirpan los ganglios linfáticos en la región del abdomen (por lo general esto se realiza en hombres con cáncer testicular).
Algunos de los nervios que controlan la emisión recorren la parte inferior del colon y se dañan con una resección abdominoperineal. La disección (extirpación) de los ganglios linfáticos dañan los nervios ubicados en la parte superior que rodean la aorta (la arteria mayor principal en la región del abdomen). Los efectos de las dos operaciones son probablemente muy similares, pero no es sino después de la cirugía de los ganglios linfáticos cuando se sabrá más sobre el efecto en la función sexual. A veces la disección de los ganglios solamente origina la eyaculación retrógrada, pero generalmente paraliza la emisión. Cuando esto sucede, la próstata y las vesículas seminales no pueden contraerse para mezclar el semen con los espermatozoides. En cualquiera de los dos casos se tiene como resultado un orgasmo seco. La diferencia entre una eyaculación retrógrada y una ausencia total de emisión es importante si un hombre desea procrear. La eyaculación retrógrada es más conveniente para quienes buscan ser padres debido a que los espermatozoides pueden ser obtenidos de la orina y usarse para una inseminación en la mujer. Algunas veces los nervios que controlan la emisión se recuperan del daño que sufren de la disección de los ganglios linfáticos retroperitoneales. Pero si la eyaculación del semen no retorna, puede tomar hasta tres años para que regrese. Debido a que los hombres con cáncer testicular a menudo son jóvenes y aún contemplan tener hijos, los cirujanos cuentan con métodos en los que se evitan daños a los nervios y permiten que la eyaculación permanezca normal después de la disección de los ganglios linfáticos retroperitoneales. Al estar en manos de cirujanos con mucha destreza, estas técnicas han ofrecido un índice muy elevado de la conservación de los nervios y la eyaculación normal (refiérase a nuestro documento Cáncer de testículo para más información). Algunos medicamentos pueden también restaurar la eyaculación del semen lo suficiente para poder recolectar el esperma para la concepción. Si no se pueden recuperar los espermatozoides del semen o de la orina, es posible que especialistas en infertilidad puedan extraerlos directamente de su testículo mediante una cirugía menor, y luego usarlos para la fertilización in vitro a fin de producir un embarazo.
La disección de los ganglios linfáticos retroperitoneales no debe afectar las erecciones ni la capacidad para alcanzar el orgasmo en un hombre, pero puede que implique que el placer del orgasmo sea menos intenso.Incontinencia urinaria durante la eyaculación Climacturia es el término que se usa para describir la incontinencia urinaria durante el orgasmo. Esto es bastante común después de una cirugía de próstata, pero muchos hombres podrían incluso no notarlo. La cantidad de orina varía considerablemente, de unas pequeñas gotas a más de una onza. Esto es más común en hombres que también tienen incontinencia urinaria de esfuerzo (los hombres con incontinencia urinaria de esfuerzo pierden orina cuando tosen, se ríen, estornudan o hacen ejercicio. Esto se debe a una debilidad en los músculos que controlan el flujo de orina).

La orina no presenta peligro para la pareja sexual, aunque puede ser una molestia durante el sexo. Este problema de fuga de orina tiende a mejorar con el tiempo, y el uso de condones y bandas elásticas de constricción puede ser útil (estas bandas se ajustan en la base erecta del pene para apretar la uretra evitando la fuga de orina). Si la climacturia le causa molestias tanto a usted como a su pareja, hable con su médico para averiguar qué puede hacer al respecto.