MODELO BÁSICO DE ABORDAJE.
Tradicionalmente, en la mayor parte de los
recursos de salud, ante la demanda o consulta sobre un problema o necesidad
sexual, la respuesta suele ser: tratar de restarle importancia, buscar
denodadamente una causa orgánica, haciendo historia y exploraciones complejas
o, de entrada, para quitárselo de encima, a Salud Mental.
DIAGNÓSTICO
Para la diagnosis de un trastorno o problema
sexual, hay que tener en consideración cuatro
dimensiones:
1. Dimensión temporal: Primaria o Secundaria.
Hay que valorar si el suceso se ha dado
siempre o tras un evento concreto. Por ejemplo, nunca se ha tenido orgasmo o
esta disfunción aparece tras una enfermedad, un problema psicológico, etc.
2. Dimensión situacional: Generalizada o
Selectiva-Situacional. ¿La disfunción se da en todas las circunstancias o solo
en determinadas situaciones? Por ejemplo, solo con mi pareja habitual y no con
otras.
3. Subjetividad: Referida o Diagnosticada.
Hay que comprobar cómo identifica, refiere y diagnostica la persona su problema
y contrastar con el diagnóstico objetivo profesional.
4. Grado de severidad: Total o Parcial. Por
ejemplo, dificultades para mantener la erección para la penetración hay que
distinguirlo de no tener ningún tipo de erección.
DIAGNOSTICO DIFERENCIAL
ORGÁNICA/PSICOGENO
DISFUNCIÓN SEXUAL
Global Situacional
Tratamiento
Medico
Exploración Orgánica Positivo
Terapia sexual
EVALUACIÓN SALUD SEXUAL
Pasos a seguir:
1. Verificación autodiagnóstico porque no
siempre la demanda se corresponde con la necesidad.
2. Valorar si es terapia lo que necesita. En
muchas ocasiones, lo que se precisa es dar solución a un problema subyacente y
no el expresado.
3. Diagnóstico diferencial (bio-psico-social)
utilizando algunas de las herramientas diagnósticas que más adelante se
enuncian.
4. Se deben tener en cuenta factores:
a. Predisponentes: educación, abusos, relación
familiar, experiencias negativas…
b. Precipitantes: experiencia traumática, inadecuada,
insatisfacción, juego inadecuado, estrés, cansancio, miedo a perder el control,
infertilidad, rechazo
c. Mantenedores: ansiedad, anticipación,
culpa, ánimo...
5. Tipo de intervención más efectiva. Las
intervenciones han de ser ajustadas de forma individual. La mayor parte de las
consultas suelen ser sobre procesos cronificados y multicausales que precisan
estrategias de intervención terapéuticas personalizadas.
6. Personalidad. Valorar posibles trastornos
de personalidad y dar prioridad a este problema. Solucionado, se pasará a los
problemas sexuales. En muchas ocasiones no se precisa dar el último paso.
7. Grado de motivación para la terapia. En
terapia sexual es frecuente la falta de adherencia, lo que conlleva un fracaso
terapéutico. Una falta de motivación puede suponer iniciar el proceso para
nada. Sin duda, el mayor problema de adherencia es el coste económico al no
estar contemplado en las necesidades básicas de salud.
8. Actitudes hacia la sexualidad. Aunque sea
el último punto, puede ser la primera intervención. El o la terapeuta tendrían
que reflexionar sobre sus propias actitudes. Estas y los prejuicios se colarán
en todo el proceso terapéutico.