jueves, 28 de agosto de 2014

DIAGNOSTICO

MODELO BÁSICO DE ABORDAJE.

Tradicionalmente, en la mayor parte de los recursos de salud, ante la demanda o consulta sobre un problema o necesidad sexual, la respuesta suele ser: tratar de restarle importancia, buscar denodadamente una causa orgánica, haciendo historia y exploraciones complejas o, de entrada, para quitárselo de encima, a Salud Mental.

DIAGNÓSTICO

Para la diagnosis de un trastorno o problema sexual, hay que tener en consideración   cuatro dimensiones:
1. Dimensión temporal: Primaria o Secundaria. Hay que valorar si el suceso se  ha dado siempre o tras un evento concreto. Por ejemplo, nunca se ha tenido orgasmo o esta disfunción aparece tras una enfermedad, un problema psicológico, etc.
2. Dimensión situacional: Generalizada o Selectiva-Situacional. ¿La disfunción se da en todas las circunstancias o solo en determinadas situaciones? Por ejemplo, solo con mi pareja habitual y no con otras.
3. Subjetividad: Referida o Diagnosticada. Hay que comprobar cómo identifica, refiere y diagnostica la persona su problema y contrastar con el diagnóstico objetivo profesional.

4. Grado de severidad: Total o Parcial. Por ejemplo, dificultades para mantener la erección para la penetración hay que distinguirlo de no tener ningún tipo de erección.
DIAGNOSTICO DIFERENCIAL
ORGÁNICA/PSICOGENO

DISFUNCIÓN SEXUAL

Global                      Situacional 
Tratamiento
Medico
Exploración         Orgánica        Positivo   
                                                   Terapia sexual


EVALUACIÓN SALUD SEXUAL

Pasos a seguir:
1. Verificación autodiagnóstico porque no siempre la demanda se corresponde con la necesidad.
2. Valorar si es terapia lo que necesita. En muchas ocasiones, lo que se precisa es dar solución a un problema subyacente y no el expresado.
3. Diagnóstico diferencial (bio-psico-social) utilizando algunas de las herramientas diagnósticas que más adelante se enuncian.
4. Se deben tener en cuenta factores:
a. Predisponentes: educación, abusos, relación familiar, experiencias negativas…
b. Precipitantes: experiencia traumática, inadecuada, insatisfacción, juego inadecuado, estrés, cansancio, miedo a perder el control, infertilidad, rechazo
c. Mantenedores: ansiedad, anticipación, culpa, ánimo...
5. Tipo de intervención más efectiva. Las intervenciones han de ser ajustadas de forma individual. La mayor parte de las consultas suelen ser sobre procesos cronificados y multicausales que precisan estrategias de intervención terapéuticas personalizadas.
6. Personalidad. Valorar posibles trastornos de personalidad y dar prioridad a este problema. Solucionado, se pasará a los problemas sexuales. En muchas ocasiones no se precisa dar el último paso.
7. Grado de motivación para la terapia. En terapia sexual es frecuente la falta de adherencia, lo que conlleva un fracaso terapéutico. Una falta de motivación puede suponer iniciar el proceso para nada. Sin duda, el mayor problema de adherencia es el coste económico al no estar contemplado en las necesidades básicas de salud.
8. Actitudes hacia la sexualidad. Aunque sea el último punto, puede ser la primera intervención. El o la terapeuta tendrían que reflexionar sobre sus propias actitudes. Estas y los prejuicios se colarán en todo el proceso terapéutico.